Me sorprende ese afán de querer separarnos
Y así de a poco irnos ensimismando
Me sorprende ese afán de mentirnos
Y también de herirnos
Me sorprende ese afán de decir entre líneas
De creer que insinuar es decir
De creer que omitir es mentir
Me sorprende que pienses que esto no importa
Me sorprende que creas que soy una tonta
Que me ocultes verdades que ya no me asombran
Que le digas al mundo que nos conocemos
Cuando los dos sabemos que ya ni nos entendemos
martes, 1 de septiembre de 2009
Vida y muerte
Sonia detuvo su mirada en una lápida, había muchas allí, pues era un cementerio muy grande; Sin embargo esa tenía algo especial: habían dos nombres en ella, al parecer correspondían a los de una pareja. El hombre había fallecido quince días antes que la mujer, lo cual le llamó mucho la atención; comenzó a pensar en aquellas personas y en cómo a veces resulta cierto eso que dicen que se puede morir de pena. Trató de no reflexionar más sobre el tema, pues dicen que es mejor dejar descansar en paz a los muertos y ella, con sus pensamientos sentía que estaba perturbando esa calma.
Se alejó de aquel sitio y entonces, se dirigió donde debería haber ido desde un principio, a la tumba de su hermana; Sin embargo, mientras cruzaba el sendero que unía las dos divisiones del cementerio, se encontró con una mujer delgada, que traía en una mano un ramo de rosas blancas y en la otra, una botella de agua. La siguió con la mirada y, para su sorpresa, ella venía a visitar a aquellas personas que salían en la lápida que tanto había llamado su atención, sintió unas ganas de ir a hablarle, todavía no sabía bien por qué, pero en su interior sentía que necesitaba saber cómo se habían conocido esas personas. Se sentía intrusa, pero la curiosidad era más fuerte como para detener sus pensamientos y sus actos, entonces, retrocedió por el sendero y repentinamente se tiró al césped junto a la mujer.
Se miraron, pero no cruzaron palabras, la mujer se sentía un tanto incomoda, pues no es normal que cuando se va al cementerio a ver a tus seres queridos, alguien invada ese momento tan íntimo. Sin embargo; parece que hace mucho que no conversaba largo y tendido con una persona, pues de un momento a otro comenzó a hablarle a Sonia sobre la bonita pareja que hacían sus padres y así mediante preguntas la mujer fue contando paso a paso los detalles de esa bella relación.
Un nueve de enero de 1958, dos jóvenes osorninos se conocieron en una estación de trenes en Santiago; él viajaba con destino a Concepción y ella hacia su ciudad natal, tomaron el tren de las diez y como el destino sabe de estas cosas, los unió en un mismo asiento. Bernarda, con sus diecinueve años recién cumplidos, miraba por la ventana para tener que evitar ver al joven que estaba a su lado; Elías, y él leía el reverso del boleto que le dieron la primera vez que fue al cine, llevaba mucho rato haciendo lo mismo y ya se sentía un poco inquieto. De pronto el tren se detuvo y el auxiliar del conductor salió de la cabina y dirigiéndose a los pasajeros les dijo que un imprevisto había ocurrido en la línea férrea, por lo cual iban a estar parados en ese sitio cerca de seis horas, hasta que alguien de la empresa de ferrocarriles viniera a reparar el daño. La situación era desagradable, pero propicia para iniciar una conversación con el compañero de asiento.
Bernarda se cruzó de brazos y con la voz un poco quebrada le preguntó la hora a Elías, él le dijo que eran las doce con cinco, ella dijo gracias y él, de nada. Pasaron cinco minutos y el joven no encontraba la forma de volver a retomar la conversación con aquella bella mujer; entonces, decidió preguntarle su destino y así no pararon hasta que él se bajó en Conce y ella le entregó en un papel, el número de la casa donde trabajaba en Santiago, para que cuando tuviera tiempo la llamara y pudieran salir a tomar un helado. Se siguieron viendo, pues ambos trabajaban en la capital y el doce de marzo del mismo año, comenzaron a tomarse la mano, fueron de a poco, hasta que sin darse cuenta, la mano de Elías subió por la mejilla de Bernarda, la acarició y la besó en la boca. En ese momento, ambos sabían que lo que sentían no era un simple amorío nada más, sino que iba a perdurar, se querían mucho y con el tiempo se fueron amando.
Se casaron cuando ella tenía 21 años y él 23, no invitaron a sus amigos ni a su familia, sólo estaban con sus testigos respectivos, en el caso de ella, la otra empleada de la casa donde trabajaba y en el de él, un compañero de trabajo de la fábrica, tanto amor no podía esperar un día más. Se fueron a vivir a una pequeña casa en las afueras de Santiago, allí concibieron a sus hijas y las criaron. La estrecha casa de ladrillo se fue agrandando con el tiempo, a la vez que nacían los retoños y también los nietos.
Bernarda y Elías permanecieron juntos hasta que la muerte, literalmente, los separó. Un resfrío mal cuidado acabó con la vida del viejo, que hasta el final de sus días, le cantó tangos en el oído a su señora y no se cansó de decirle lo mucho que la amaba. Eran un matrimonio feliz, pero claro como todo en la vida, tuvieron sus altos y sus bajos, pero jamás nada pudo separarlos, pues el amor que los unía era más fuerte. Y ¡vaya que fuerte!, porque no pudieron estar más de una quincena separados, para que Elías viniera a buscar a su amada, la que incesantemente se lo pedía todas las noches en silencio, cuando a tientas buscaba en la oscuridad, su cuerpo ausente en el lecho.
El treinta de enero del 2006, la vieja abuela Bernarda cerró sus ojos para no despertar más y en una carta dejo escrita la bella historia de amor que construyó con su difunto marido. “(…)¿Quién va a pensar que en un tren vas a conocer al hombre de tu vida, quién va a pensar a los quince años que tendrás que llorarás por un hombre que aún ni conoces, quién puede entender que ahora no puedo vivir sin él?. Sólo la vida, ella nos une, ella nos separa y ahora nos vuelve a juntar”.
De pronto, la mujer delgada deja de hablar, había terminado su relato y la limpieza de la lápida de sus padres, ya era hora de marcharse. Entonces se para delante de Sonia y le da un gran abrazo, mutuamente se agradecen por el momento de intimidad, por la confianza y por escuchar. Sin decir más, cada una toma su camino, la mujer, el de salida y Sonia, el del sendero que aún no cruzaba, para poder llegar al lugar donde se encontraba su hermana. Como muchos domingos, este era un día para visitar a los amigos y parientes difuntos; Sin embargo, jamás una visita al cementerio había sido tan especial como ésta.
Se alejó de aquel sitio y entonces, se dirigió donde debería haber ido desde un principio, a la tumba de su hermana; Sin embargo, mientras cruzaba el sendero que unía las dos divisiones del cementerio, se encontró con una mujer delgada, que traía en una mano un ramo de rosas blancas y en la otra, una botella de agua. La siguió con la mirada y, para su sorpresa, ella venía a visitar a aquellas personas que salían en la lápida que tanto había llamado su atención, sintió unas ganas de ir a hablarle, todavía no sabía bien por qué, pero en su interior sentía que necesitaba saber cómo se habían conocido esas personas. Se sentía intrusa, pero la curiosidad era más fuerte como para detener sus pensamientos y sus actos, entonces, retrocedió por el sendero y repentinamente se tiró al césped junto a la mujer.
Se miraron, pero no cruzaron palabras, la mujer se sentía un tanto incomoda, pues no es normal que cuando se va al cementerio a ver a tus seres queridos, alguien invada ese momento tan íntimo. Sin embargo; parece que hace mucho que no conversaba largo y tendido con una persona, pues de un momento a otro comenzó a hablarle a Sonia sobre la bonita pareja que hacían sus padres y así mediante preguntas la mujer fue contando paso a paso los detalles de esa bella relación.
Un nueve de enero de 1958, dos jóvenes osorninos se conocieron en una estación de trenes en Santiago; él viajaba con destino a Concepción y ella hacia su ciudad natal, tomaron el tren de las diez y como el destino sabe de estas cosas, los unió en un mismo asiento. Bernarda, con sus diecinueve años recién cumplidos, miraba por la ventana para tener que evitar ver al joven que estaba a su lado; Elías, y él leía el reverso del boleto que le dieron la primera vez que fue al cine, llevaba mucho rato haciendo lo mismo y ya se sentía un poco inquieto. De pronto el tren se detuvo y el auxiliar del conductor salió de la cabina y dirigiéndose a los pasajeros les dijo que un imprevisto había ocurrido en la línea férrea, por lo cual iban a estar parados en ese sitio cerca de seis horas, hasta que alguien de la empresa de ferrocarriles viniera a reparar el daño. La situación era desagradable, pero propicia para iniciar una conversación con el compañero de asiento.
Bernarda se cruzó de brazos y con la voz un poco quebrada le preguntó la hora a Elías, él le dijo que eran las doce con cinco, ella dijo gracias y él, de nada. Pasaron cinco minutos y el joven no encontraba la forma de volver a retomar la conversación con aquella bella mujer; entonces, decidió preguntarle su destino y así no pararon hasta que él se bajó en Conce y ella le entregó en un papel, el número de la casa donde trabajaba en Santiago, para que cuando tuviera tiempo la llamara y pudieran salir a tomar un helado. Se siguieron viendo, pues ambos trabajaban en la capital y el doce de marzo del mismo año, comenzaron a tomarse la mano, fueron de a poco, hasta que sin darse cuenta, la mano de Elías subió por la mejilla de Bernarda, la acarició y la besó en la boca. En ese momento, ambos sabían que lo que sentían no era un simple amorío nada más, sino que iba a perdurar, se querían mucho y con el tiempo se fueron amando.
Se casaron cuando ella tenía 21 años y él 23, no invitaron a sus amigos ni a su familia, sólo estaban con sus testigos respectivos, en el caso de ella, la otra empleada de la casa donde trabajaba y en el de él, un compañero de trabajo de la fábrica, tanto amor no podía esperar un día más. Se fueron a vivir a una pequeña casa en las afueras de Santiago, allí concibieron a sus hijas y las criaron. La estrecha casa de ladrillo se fue agrandando con el tiempo, a la vez que nacían los retoños y también los nietos.
Bernarda y Elías permanecieron juntos hasta que la muerte, literalmente, los separó. Un resfrío mal cuidado acabó con la vida del viejo, que hasta el final de sus días, le cantó tangos en el oído a su señora y no se cansó de decirle lo mucho que la amaba. Eran un matrimonio feliz, pero claro como todo en la vida, tuvieron sus altos y sus bajos, pero jamás nada pudo separarlos, pues el amor que los unía era más fuerte. Y ¡vaya que fuerte!, porque no pudieron estar más de una quincena separados, para que Elías viniera a buscar a su amada, la que incesantemente se lo pedía todas las noches en silencio, cuando a tientas buscaba en la oscuridad, su cuerpo ausente en el lecho.
El treinta de enero del 2006, la vieja abuela Bernarda cerró sus ojos para no despertar más y en una carta dejo escrita la bella historia de amor que construyó con su difunto marido. “(…)¿Quién va a pensar que en un tren vas a conocer al hombre de tu vida, quién va a pensar a los quince años que tendrás que llorarás por un hombre que aún ni conoces, quién puede entender que ahora no puedo vivir sin él?. Sólo la vida, ella nos une, ella nos separa y ahora nos vuelve a juntar”.
De pronto, la mujer delgada deja de hablar, había terminado su relato y la limpieza de la lápida de sus padres, ya era hora de marcharse. Entonces se para delante de Sonia y le da un gran abrazo, mutuamente se agradecen por el momento de intimidad, por la confianza y por escuchar. Sin decir más, cada una toma su camino, la mujer, el de salida y Sonia, el del sendero que aún no cruzaba, para poder llegar al lugar donde se encontraba su hermana. Como muchos domingos, este era un día para visitar a los amigos y parientes difuntos; Sin embargo, jamás una visita al cementerio había sido tan especial como ésta.
viernes, 26 de junio de 2009
No sabíamos
Era de noche, lo recuerdo perfectamente; paseaba de la mano con una mujer. Ella debe haber tenido unos veinte y él, no más de treinta. Me pareció que hacían muy linda pareja; sin embargo a medida que se iban acercando pude notar que ella lloraba, no sé por qué ni por quién, pero él la consolaba de una forma tan dulce, que era imposible imaginarse que era él, quien había provocado tan profundos lamentos.
De pronto la mujer soltó la mano de su pareja y corrió, corrió tan rápido que ni él ni yo pudimos alcanzar su recorrido con la vista, porque simplemente se perdió en la espesura de la oscuridad, se desvaneció lentamente como se desvanece la espuma en el mar. El hombre no la siguió, no la lloró y creo que tampoco la amó; él nada más agachó la cabeza y comenzó a retroceder por el mismo camino por donde antes había venido y fue ahí cuando me vio.
Yo estaba sentada en un banco, al lado de un foco; mi rostro estaba bastante iluminado, perfecto para que el hombre pudiera notar mis mejillas ruborizadas, avergonzadas; me sentía culpable, intrometida, por haber presenciado un momento tan privado; así que lo único que hice cuando él me miró, fue reír. Y creo que es lo más estúpido que he hecho en mi vida, siempre me dan ataques de risa cuando me pongo nerviosa por algo, pero creo que jamás había sido tan inoportuna como ese día, no entiendo cómo no pude controlarme, ¿es qué acaso no podía entender que ese hombre estaba sufriendo?, ¿acaso yo no tenía sentimientos?. Pero, entonces, algo extraño sucedió, el hombre me sonrió y comenzó a reír, se produjo entre nosotros una suerte de situación mística, en la que yo ni él sabíamos por qué reíamos cada vez más fuerte. De pronto, yo dejé de reír y con tono asustado, le pedí disculpas por mi falta de respeto e insensibilidad, era lo mínimo que podía hacer. Entonces, él me dijo que no me disculpara, porque no había cometido ninguna impertinencia, simplemente había reído, como lo hace la gente feliz y como por supuesto su ex novia, nunca lo había hecho. Sus palabras no sé si mi hicieron sentir mejor o peor, pero lo que si sé es que ese hombre ya no amaba y si amaba, no lo sabía.
Comenzamos a conversar y sin que yo le preguntara, él me contó sobre su historia de amor; me pareció un hombre interesante, tan dulce y elocuente, que me extrañaba que no tuviera un amigo a quien contarle todas esas cosas y que en su defecto, le estuviera revelando sus intimidades a una desconocida como yo. Poco a poco me fui internando en sus recuerdos, me fui identificando con él, con ella, con ambos. Y entonces, me di cuenta que éramos tan parecidos, tanto sufrimiento habíamos tenido que ya nada calaba hondo en nuestros corazones, sólo vivíamos atados o desatados a una persona que ya no amábamos, fingíamos ser dulces, comprensivos, empáticos, para no dañar, para no hacer sufrir, cuando en realidad no entendíamos que era mejor decir la verdad, antes que actuar, sólo había que hablar, quizás dolería, quizás sufrirían; pero nada duele más que la mentira.
Todo era tan extraño, estaba viendo mi vida, mi historia de amor o quizás de desamor, en los recuerdos de un hombre que apenas conocía y que para peor, ni siquiera sabía su nombre ni su procedencia, sólo sabía de sus dolores. Esos dolores que eran tan idénticos a los míos y talvez tan idénticos a los de mi novio. La verdad es que nunca me había puesto a pensar en sus sufrimientos y quizás si me hubiera dicho antes, no habría huido como lo había hecho esa noche, quizás nos podríamos haber entendido.
Mientras mi mente divagaba entre mis sufrimientos, los de mi novio y los del hombre; comencé a sentir unas profundas ganas de perdonar y ser perdonada, de hablar y ser escuchada; y de amar y ser amada. Esa noche, a mi lado, no había otra persona, más que ese hombre, que me parecía tan desconocido y conocido a la vez; entonces lo miré detenidamente, analicé su rostro, su piel, sus manos; sus ojos que reflejaban los míos, su boca que reflejaba la mía. Me acerqué lentamente y sellé sus labios con un beso tan mágico que jamás podría haberlo olvidado, él me respondió y mientras nos besábamos; sentí paz, amor, perdón, comprensión como nunca la había sentido.
Entonces, nos paramos de la banca, nos tomamos de la mano y esta vez, nos fuimos juntos por ese camino oscuro. Juntos nos fuimos desvaneciendo en la negrura de la noche, Juntos,como nunca antes, nos fuimos amando.
De pronto la mujer soltó la mano de su pareja y corrió, corrió tan rápido que ni él ni yo pudimos alcanzar su recorrido con la vista, porque simplemente se perdió en la espesura de la oscuridad, se desvaneció lentamente como se desvanece la espuma en el mar. El hombre no la siguió, no la lloró y creo que tampoco la amó; él nada más agachó la cabeza y comenzó a retroceder por el mismo camino por donde antes había venido y fue ahí cuando me vio.
Yo estaba sentada en un banco, al lado de un foco; mi rostro estaba bastante iluminado, perfecto para que el hombre pudiera notar mis mejillas ruborizadas, avergonzadas; me sentía culpable, intrometida, por haber presenciado un momento tan privado; así que lo único que hice cuando él me miró, fue reír. Y creo que es lo más estúpido que he hecho en mi vida, siempre me dan ataques de risa cuando me pongo nerviosa por algo, pero creo que jamás había sido tan inoportuna como ese día, no entiendo cómo no pude controlarme, ¿es qué acaso no podía entender que ese hombre estaba sufriendo?, ¿acaso yo no tenía sentimientos?. Pero, entonces, algo extraño sucedió, el hombre me sonrió y comenzó a reír, se produjo entre nosotros una suerte de situación mística, en la que yo ni él sabíamos por qué reíamos cada vez más fuerte. De pronto, yo dejé de reír y con tono asustado, le pedí disculpas por mi falta de respeto e insensibilidad, era lo mínimo que podía hacer. Entonces, él me dijo que no me disculpara, porque no había cometido ninguna impertinencia, simplemente había reído, como lo hace la gente feliz y como por supuesto su ex novia, nunca lo había hecho. Sus palabras no sé si mi hicieron sentir mejor o peor, pero lo que si sé es que ese hombre ya no amaba y si amaba, no lo sabía.
Comenzamos a conversar y sin que yo le preguntara, él me contó sobre su historia de amor; me pareció un hombre interesante, tan dulce y elocuente, que me extrañaba que no tuviera un amigo a quien contarle todas esas cosas y que en su defecto, le estuviera revelando sus intimidades a una desconocida como yo. Poco a poco me fui internando en sus recuerdos, me fui identificando con él, con ella, con ambos. Y entonces, me di cuenta que éramos tan parecidos, tanto sufrimiento habíamos tenido que ya nada calaba hondo en nuestros corazones, sólo vivíamos atados o desatados a una persona que ya no amábamos, fingíamos ser dulces, comprensivos, empáticos, para no dañar, para no hacer sufrir, cuando en realidad no entendíamos que era mejor decir la verdad, antes que actuar, sólo había que hablar, quizás dolería, quizás sufrirían; pero nada duele más que la mentira.
Todo era tan extraño, estaba viendo mi vida, mi historia de amor o quizás de desamor, en los recuerdos de un hombre que apenas conocía y que para peor, ni siquiera sabía su nombre ni su procedencia, sólo sabía de sus dolores. Esos dolores que eran tan idénticos a los míos y talvez tan idénticos a los de mi novio. La verdad es que nunca me había puesto a pensar en sus sufrimientos y quizás si me hubiera dicho antes, no habría huido como lo había hecho esa noche, quizás nos podríamos haber entendido.
Mientras mi mente divagaba entre mis sufrimientos, los de mi novio y los del hombre; comencé a sentir unas profundas ganas de perdonar y ser perdonada, de hablar y ser escuchada; y de amar y ser amada. Esa noche, a mi lado, no había otra persona, más que ese hombre, que me parecía tan desconocido y conocido a la vez; entonces lo miré detenidamente, analicé su rostro, su piel, sus manos; sus ojos que reflejaban los míos, su boca que reflejaba la mía. Me acerqué lentamente y sellé sus labios con un beso tan mágico que jamás podría haberlo olvidado, él me respondió y mientras nos besábamos; sentí paz, amor, perdón, comprensión como nunca la había sentido.
Entonces, nos paramos de la banca, nos tomamos de la mano y esta vez, nos fuimos juntos por ese camino oscuro. Juntos nos fuimos desvaneciendo en la negrura de la noche, Juntos,como nunca antes, nos fuimos amando.
sábado, 9 de mayo de 2009
renacer...
Pasaron más de dos años, personas, alegrías y tristezas. Y al verte comprobé que nada había cambiado; seguías teniendo esa capacidad de ponerme nerviosa y de hacerme sentir ese cosquilleo en el estómago. Entonces, mi vida se llenó de recuerdos y de ilusiones. Los pensamientos se volvieron la cuna de los sueños de una adolescente enamorada y el corazón muy alocado por la esperanza de una nueva oportunidad, se disparató latiendo muy fuerte cada vez que pensaba en ti.
Un sentimiento, que a pesar del tiempo transcurrido, renacía tan intacto como siempre y es que esa dosis de ternura y misterio en tus ojos, sigue siendo el detonador perfecto de mis sentimientos...
Un sentimiento, que a pesar del tiempo transcurrido, renacía tan intacto como siempre y es que esa dosis de ternura y misterio en tus ojos, sigue siendo el detonador perfecto de mis sentimientos...
sábado, 17 de enero de 2009
Orgullo v/s amor
Que mal se siente cuando alguién que amas con todo tu corazón se olvida de tí, quizáz el estado es transitorio, pero como sea, dónde se supone que está esa persona ahora que quieres decirle lo mucho que la amas y que la necesitas. ¿Por qué el orgullo puede más que una voz de aliento o un simple gesto de preocupación?, estás triste y no te sientes nada bien, pero quien es tan importante para tí, no aparece por ningún sitio, piensas que acaso puede estar haciendo otra cosa, que es lo más probable, pero ni siquiera hay un gesto de cariño, un detalle, algo que te haga sentir amada, pues está bien, entiendes que esté ocupando su tiempo en otras cosas, pero lo que no entiendes es que no haya una mínima muestra de amor. Como si haber actuado de cierta manera, que a tu parecer no tiene nada de mal intencionada, hubiese acabado con todo el amor que aquella persona sentía por tí.
Entonces no sabes si lo que has estado sintiendo, esa distancia, ha sido parte de tu imaginación, de tu excesiva sensibilidad o si más bien es que eso de verdad está sucediento. Te sientes tan sola; Sin embargo, sabes que eso depende exclusivamente de tí, porque puedes dejar de sentirte así, a tu alrededor hay mucha gente que te quiere y no tienes porque fijarte exclusivamente en una de ellas. Si alguién ya no te ama ni te quiere como antes , no puedes obligarlo a que lo haga, es lo peor que puedes hacerle a aquella persona y por sobre todo a tí misma.
Ya no sabes que pensar, lo cual provoca que sientas miles de cosas a la vez; en tu cabeza da vueltas esa frase que dice que un gesto vale más que mil palabras, lo cual te hace reflexionar acerca de las actitudes y gestos, mínimos detalles, que ha tenido la persona amada contigo.
Ahora ya no tienes ganas de seguir pensando, pero es imposible porque tuviste un sueño, el cual fue tan mágicamente real, te hizo verte entre los brazos de quien amas y ahora que estás despierta, te das cuenta que fue sólo un sueño y que al parecer aquella persona, no está ni siquiera interesada en hablar contigo. Que tristeza, no sabe cuanto dolor te provoca, ¿acaso de eso se trata el amor?. No creo.
lunes, 12 de enero de 2009
Sensibilidad :(
Yo no sé si es el día, el tiempo o lo que sea, pero a veces hay momentos en que te sientes tan sensible y vulnerable, además te pones a reflexionar y te das cuenta que las cosas ya no son como antes. De hecho ni siquiera crees en la mínima posibilidad de que esa o esas personas importantes para tí, se enteren de lo que estás sintiendo o lo que está pasando por tu cabeza en este momento. Definitivamente todo ha cambiado, quizás eres tú o son ellos, no lo sabes, pero lo que si sabes es que hay algo que te está faltando, algo que si tuviste y que ahora ya no existe.
Sientes esa carencia, quizás para algunos sean simples detalles, pero precisamente eran esas cosas pequeñas las que muchas veces te alegraban el día y te hacían sentir diferente. Ahora que no están te sientes distinta, quisieras que esos pequeños detalles volvieron a existir.
Otras veces sientes miedo de perder y piensas que si las cosas han cambiado es porque también los sentimientos lo han hecho. Entonces te haces mil preguntas y acabas respondiendolas todas con un "nada ha cambiado para mí, espero que nada haya cambiado para tí".
viernes, 9 de enero de 2009
¿Por qué?
Te quedaste largo rato dando vueltas en la piscina. Pensé que te gustaba estar así como flotando, pero cuando pasó más de media hora, comencé a preocuparme de que estuvieras tan quieto. Entonces tiré el vaso que tenía en mi mano y me lancé al agua, allí te hablé, te di un millón de golpes para que despertarás, pero ya era tarde, estabas dormido en un sueño eterno.
Me pregunto a diario por qué lo hiciste, teníamos una vida en común, un proyecto. Pensé que eso te hacía feliz, pensé que yo te hacía feliz, pero ¡ay, cielos!, perdona que esté llorando, es casi imposible, ya sabes te lo prometí el día de tu muerte, en este mismo lugar, porque sé que no te gustaba verme llorar, siempre decías: “No soporto ver que sufras, querida”. Pero, por favor que inconsecuente eres, digo eras, tu muerte es el dolor más grande que he tenido en mi vida y el último que tendré, creo que nada lo superará y me vienes a decir que no te gusta verme sufrir siendo que fuiste tú mismo quien acabo con su vida cuando llevábamos cinco años de noviazgo y estábamos a punto de casarnos. No seas mentiroso, eso eres y eso eras un mentiroso, tu madre me dice que debo superar tu muerte, todos me lo dicen, pero es que no entiendo, no puedo. Dime qué fue lo que hice mal, eras infeliz está claro, de no serlo no habrías hecho esta locura; sabías que eras la luz de mi vida y me arruinaste, maldito, no te perdonaré jamás, te amo, pero te odio por dejarme aquí sola con esta hija; si una hija, esa era la noticia que quería darte el día que te suicidaste.
Bueno y ahora estoy aquí, sentada en la lapida que lleva tu nombre y sabes, vine a despedirme, porque ni esta ciudad ni este país son lo mismo sin ti, mi vida ya no es igual, todo es tan distinto, si no fuera por Antonia, nuestra hija, creo que estaría contigo en este momento , pero ella ha transformado mi vida, por lo menos hace que vea el lado bueno de las cosas, hace que me acuerde mucho de ti, en ocasiones cuando la veo reír, me parece ver que eres tú y la abrazo tan fuerte que siento en su cuerpecito pequeño esa calidez que sentía cuando tú tomabas mi mano. ¡Oh Te extraño tanto!, quisiera verte, besarte y abrazarte, pero ya sabes si no fui una buena novia ni tampoco una buena esposa, ¡rayos nunca lo fui!, seré una buena madre y no dejaré sola a Anto ni tampoco a ti, querido, siempre te traigo en mis pensamientos y en mi corazón.
Bien creo que Antonia lo entenderá cuando sea mayor, ya no te preocupes más, querido, contigo está mucho mejor, esa niña me traía demasiados recuerdos tuyos, creo que merece conocer a su padre, ese fue su regalo de cumpleaños ¡jaja!, ¿no crees que es magnífico?.Soy una excelente madre, muy preocupada por cierto así que aunque esté lejos de mi bebé, quiero que le cepilles los dientes a diario y que no olvides cambiarle su ropita. ¡Ah! y para cuando les toque venir a la casa, quiero que la traigas con el vestido nuevo que le compré el mes pasado, se ve hermosa. Bien, querido adiós, hablamos pronto.
Me pregunto a diario por qué lo hiciste, teníamos una vida en común, un proyecto. Pensé que eso te hacía feliz, pensé que yo te hacía feliz, pero ¡ay, cielos!, perdona que esté llorando, es casi imposible, ya sabes te lo prometí el día de tu muerte, en este mismo lugar, porque sé que no te gustaba verme llorar, siempre decías: “No soporto ver que sufras, querida”. Pero, por favor que inconsecuente eres, digo eras, tu muerte es el dolor más grande que he tenido en mi vida y el último que tendré, creo que nada lo superará y me vienes a decir que no te gusta verme sufrir siendo que fuiste tú mismo quien acabo con su vida cuando llevábamos cinco años de noviazgo y estábamos a punto de casarnos. No seas mentiroso, eso eres y eso eras un mentiroso, tu madre me dice que debo superar tu muerte, todos me lo dicen, pero es que no entiendo, no puedo. Dime qué fue lo que hice mal, eras infeliz está claro, de no serlo no habrías hecho esta locura; sabías que eras la luz de mi vida y me arruinaste, maldito, no te perdonaré jamás, te amo, pero te odio por dejarme aquí sola con esta hija; si una hija, esa era la noticia que quería darte el día que te suicidaste.
Bueno y ahora estoy aquí, sentada en la lapida que lleva tu nombre y sabes, vine a despedirme, porque ni esta ciudad ni este país son lo mismo sin ti, mi vida ya no es igual, todo es tan distinto, si no fuera por Antonia, nuestra hija, creo que estaría contigo en este momento , pero ella ha transformado mi vida, por lo menos hace que vea el lado bueno de las cosas, hace que me acuerde mucho de ti, en ocasiones cuando la veo reír, me parece ver que eres tú y la abrazo tan fuerte que siento en su cuerpecito pequeño esa calidez que sentía cuando tú tomabas mi mano. ¡Oh Te extraño tanto!, quisiera verte, besarte y abrazarte, pero ya sabes si no fui una buena novia ni tampoco una buena esposa, ¡rayos nunca lo fui!, seré una buena madre y no dejaré sola a Anto ni tampoco a ti, querido, siempre te traigo en mis pensamientos y en mi corazón.
Bien creo que Antonia lo entenderá cuando sea mayor, ya no te preocupes más, querido, contigo está mucho mejor, esa niña me traía demasiados recuerdos tuyos, creo que merece conocer a su padre, ese fue su regalo de cumpleaños ¡jaja!, ¿no crees que es magnífico?.Soy una excelente madre, muy preocupada por cierto así que aunque esté lejos de mi bebé, quiero que le cepilles los dientes a diario y que no olvides cambiarle su ropita. ¡Ah! y para cuando les toque venir a la casa, quiero que la traigas con el vestido nuevo que le compré el mes pasado, se ve hermosa. Bien, querido adiós, hablamos pronto.
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