Era de noche, lo recuerdo perfectamente; paseaba de la mano con una mujer. Ella debe haber tenido unos veinte y él, no más de treinta. Me pareció que hacían muy linda pareja; sin embargo a medida que se iban acercando pude notar que ella lloraba, no sé por qué ni por quién, pero él la consolaba de una forma tan dulce, que era imposible imaginarse que era él, quien había provocado tan profundos lamentos.
De pronto la mujer soltó la mano de su pareja y corrió, corrió tan rápido que ni él ni yo pudimos alcanzar su recorrido con la vista, porque simplemente se perdió en la espesura de la oscuridad, se desvaneció lentamente como se desvanece la espuma en el mar. El hombre no la siguió, no la lloró y creo que tampoco la amó; él nada más agachó la cabeza y comenzó a retroceder por el mismo camino por donde antes había venido y fue ahí cuando me vio.
Yo estaba sentada en un banco, al lado de un foco; mi rostro estaba bastante iluminado, perfecto para que el hombre pudiera notar mis mejillas ruborizadas, avergonzadas; me sentía culpable, intrometida, por haber presenciado un momento tan privado; así que lo único que hice cuando él me miró, fue reír. Y creo que es lo más estúpido que he hecho en mi vida, siempre me dan ataques de risa cuando me pongo nerviosa por algo, pero creo que jamás había sido tan inoportuna como ese día, no entiendo cómo no pude controlarme, ¿es qué acaso no podía entender que ese hombre estaba sufriendo?, ¿acaso yo no tenía sentimientos?. Pero, entonces, algo extraño sucedió, el hombre me sonrió y comenzó a reír, se produjo entre nosotros una suerte de situación mística, en la que yo ni él sabíamos por qué reíamos cada vez más fuerte. De pronto, yo dejé de reír y con tono asustado, le pedí disculpas por mi falta de respeto e insensibilidad, era lo mínimo que podía hacer. Entonces, él me dijo que no me disculpara, porque no había cometido ninguna impertinencia, simplemente había reído, como lo hace la gente feliz y como por supuesto su ex novia, nunca lo había hecho. Sus palabras no sé si mi hicieron sentir mejor o peor, pero lo que si sé es que ese hombre ya no amaba y si amaba, no lo sabía.
Comenzamos a conversar y sin que yo le preguntara, él me contó sobre su historia de amor; me pareció un hombre interesante, tan dulce y elocuente, que me extrañaba que no tuviera un amigo a quien contarle todas esas cosas y que en su defecto, le estuviera revelando sus intimidades a una desconocida como yo. Poco a poco me fui internando en sus recuerdos, me fui identificando con él, con ella, con ambos. Y entonces, me di cuenta que éramos tan parecidos, tanto sufrimiento habíamos tenido que ya nada calaba hondo en nuestros corazones, sólo vivíamos atados o desatados a una persona que ya no amábamos, fingíamos ser dulces, comprensivos, empáticos, para no dañar, para no hacer sufrir, cuando en realidad no entendíamos que era mejor decir la verdad, antes que actuar, sólo había que hablar, quizás dolería, quizás sufrirían; pero nada duele más que la mentira.
Todo era tan extraño, estaba viendo mi vida, mi historia de amor o quizás de desamor, en los recuerdos de un hombre que apenas conocía y que para peor, ni siquiera sabía su nombre ni su procedencia, sólo sabía de sus dolores. Esos dolores que eran tan idénticos a los míos y talvez tan idénticos a los de mi novio. La verdad es que nunca me había puesto a pensar en sus sufrimientos y quizás si me hubiera dicho antes, no habría huido como lo había hecho esa noche, quizás nos podríamos haber entendido.
Mientras mi mente divagaba entre mis sufrimientos, los de mi novio y los del hombre; comencé a sentir unas profundas ganas de perdonar y ser perdonada, de hablar y ser escuchada; y de amar y ser amada. Esa noche, a mi lado, no había otra persona, más que ese hombre, que me parecía tan desconocido y conocido a la vez; entonces lo miré detenidamente, analicé su rostro, su piel, sus manos; sus ojos que reflejaban los míos, su boca que reflejaba la mía. Me acerqué lentamente y sellé sus labios con un beso tan mágico que jamás podría haberlo olvidado, él me respondió y mientras nos besábamos; sentí paz, amor, perdón, comprensión como nunca la había sentido.
Entonces, nos paramos de la banca, nos tomamos de la mano y esta vez, nos fuimos juntos por ese camino oscuro. Juntos nos fuimos desvaneciendo en la negrura de la noche, Juntos,como nunca antes, nos fuimos amando.
De pronto la mujer soltó la mano de su pareja y corrió, corrió tan rápido que ni él ni yo pudimos alcanzar su recorrido con la vista, porque simplemente se perdió en la espesura de la oscuridad, se desvaneció lentamente como se desvanece la espuma en el mar. El hombre no la siguió, no la lloró y creo que tampoco la amó; él nada más agachó la cabeza y comenzó a retroceder por el mismo camino por donde antes había venido y fue ahí cuando me vio.
Yo estaba sentada en un banco, al lado de un foco; mi rostro estaba bastante iluminado, perfecto para que el hombre pudiera notar mis mejillas ruborizadas, avergonzadas; me sentía culpable, intrometida, por haber presenciado un momento tan privado; así que lo único que hice cuando él me miró, fue reír. Y creo que es lo más estúpido que he hecho en mi vida, siempre me dan ataques de risa cuando me pongo nerviosa por algo, pero creo que jamás había sido tan inoportuna como ese día, no entiendo cómo no pude controlarme, ¿es qué acaso no podía entender que ese hombre estaba sufriendo?, ¿acaso yo no tenía sentimientos?. Pero, entonces, algo extraño sucedió, el hombre me sonrió y comenzó a reír, se produjo entre nosotros una suerte de situación mística, en la que yo ni él sabíamos por qué reíamos cada vez más fuerte. De pronto, yo dejé de reír y con tono asustado, le pedí disculpas por mi falta de respeto e insensibilidad, era lo mínimo que podía hacer. Entonces, él me dijo que no me disculpara, porque no había cometido ninguna impertinencia, simplemente había reído, como lo hace la gente feliz y como por supuesto su ex novia, nunca lo había hecho. Sus palabras no sé si mi hicieron sentir mejor o peor, pero lo que si sé es que ese hombre ya no amaba y si amaba, no lo sabía.
Comenzamos a conversar y sin que yo le preguntara, él me contó sobre su historia de amor; me pareció un hombre interesante, tan dulce y elocuente, que me extrañaba que no tuviera un amigo a quien contarle todas esas cosas y que en su defecto, le estuviera revelando sus intimidades a una desconocida como yo. Poco a poco me fui internando en sus recuerdos, me fui identificando con él, con ella, con ambos. Y entonces, me di cuenta que éramos tan parecidos, tanto sufrimiento habíamos tenido que ya nada calaba hondo en nuestros corazones, sólo vivíamos atados o desatados a una persona que ya no amábamos, fingíamos ser dulces, comprensivos, empáticos, para no dañar, para no hacer sufrir, cuando en realidad no entendíamos que era mejor decir la verdad, antes que actuar, sólo había que hablar, quizás dolería, quizás sufrirían; pero nada duele más que la mentira.
Todo era tan extraño, estaba viendo mi vida, mi historia de amor o quizás de desamor, en los recuerdos de un hombre que apenas conocía y que para peor, ni siquiera sabía su nombre ni su procedencia, sólo sabía de sus dolores. Esos dolores que eran tan idénticos a los míos y talvez tan idénticos a los de mi novio. La verdad es que nunca me había puesto a pensar en sus sufrimientos y quizás si me hubiera dicho antes, no habría huido como lo había hecho esa noche, quizás nos podríamos haber entendido.
Mientras mi mente divagaba entre mis sufrimientos, los de mi novio y los del hombre; comencé a sentir unas profundas ganas de perdonar y ser perdonada, de hablar y ser escuchada; y de amar y ser amada. Esa noche, a mi lado, no había otra persona, más que ese hombre, que me parecía tan desconocido y conocido a la vez; entonces lo miré detenidamente, analicé su rostro, su piel, sus manos; sus ojos que reflejaban los míos, su boca que reflejaba la mía. Me acerqué lentamente y sellé sus labios con un beso tan mágico que jamás podría haberlo olvidado, él me respondió y mientras nos besábamos; sentí paz, amor, perdón, comprensión como nunca la había sentido.
Entonces, nos paramos de la banca, nos tomamos de la mano y esta vez, nos fuimos juntos por ese camino oscuro. Juntos nos fuimos desvaneciendo en la negrura de la noche, Juntos,como nunca antes, nos fuimos amando.